jueves, 13 de diciembre de 2012

Amar en Corea del Sur



Carlos Pott


(Un nuevo post se sobrepone a las amenazas del final. Comenten las variaciones: he puesto en negrita algunas palabras ineludibles para facilitar la comprensión del lector medio y he utilizado los puntos suspensivos para mejor representar el suspenso en el que se encuentra mi alma. Ha quedado feo con avaricia, pero el contenido es excelso, y aprovecho para dedicárselo a Laura Gastaldi -aunque ella quizá también se avergüence de que aparezca aquí su nombre).

Ustedes no lo saben, y tampoco puedo garantizar que se dieran cuenta si la tuvieran ante los ojos, pero no van a ver este año una película mejor que Da-reun na-ra-e-suh (In another country), de Hong Sang-soo.

Se trata de una historieta algo tontiloca que protagoniza, con enfática extravagancia, Isabelle Huppert, interpretando tres personajes igualmente vacíos que solo presentan variaciones del orden de lo humoral (el temperamento variable según la coloración del hígado, que aquí se transfiere a unos atuendos monocromos que son tan afrancesados como, a la sazón, huppertesques) en tres historias consecutivas que no guardan ninguna relación de progresión entre sí, ni establecen lógica alguna a la hora de proponer sus modificaciones: en una la protagonista puede o no encontrar el paraguas que en la siguiente puede o no haber encontrado para una lluvia que quién sabe si caerá (y que si está ya cayendo bien puede no exigir paraguas); la protagonista puede o no desear ser besada por personajes que siempre desean besarla y a los que ha podido besar ya en anteriores encuentros nunca por razones del todo aclaradas (quién sabe si todo lo que se hace con un hombre surcoreano no entra dentro del ámbito de la cortesía: incluso follárselo. Ser extranjero es, por definición, equivocar los motivos). Hay, eso sí, varias corrientes de deseo que atraviesan uniformemente las historias:

    1)   la protagonista está desesperada por encontrar el encanto de ese pueblo costero, que no ofrece ninguno, y siempre está buscando un faro que le han dicho que hay por allí (pulsión panóptica del turista) o una respuesta espiritual que llevarse de vuelta a casa (pulsión recolectora del turista: su conversación con el monje budista es la mejor escena cómica de la historia del cine. Creo que sin exageración);


    2)   todos los personajes (sobre todo las mujeres surcoreanas, instaladas en estados carenciales) piensan que la protagonista es guapa, se lo dicen, ella acepta el cumplido con pasmosa naturalidad (ni se le pasa por la cabeza que esas mujeres surcoreanas puedan ser guapas también y merezcan que se les devuelva el cumplido). No hay que olvidar que Hong Sang-soo ha reducido todas las fricciones e incomprensión entre oriente y occidente a la pregunta: ¿nos parecen atractivas sus mujeres?;



    3)   la protagonista tontea con el guardacostas, pero siempre, además de estar hospedada en casas de amigos, o bien arrastra un amante, o bien está a punto de vincularse con un nuevo amante, así que elude o niega ese deseo, lo cual solo la hace la más electrizante de estas corrientes (el guardacostas no sabe dónde está el faro, por cierto).

Si alguno de ustedes ha visto alguna película de Hong Sang-soo no se le escapará que el único cambio que aparece aquí con respecto a las anteriores obras suyas es, no la repetición, sino el hecho de que se nos señale de alguna manera que la historia se repite y es otra. Esas señales no son tan obvias (ser deseado, pasear por la playa y buscar un faro, fiarse de la gente, envidiar el talento de los demás, aceptar un cumplido, fingir un complejo físico para recibir un halago, intentar besar a quien nos ha rechazado antes… son todas cosas que se pueden repetir una vez detrás de otra y las personas implicadas no serían sino personas normales –y, como tal, descoloridas y con pésima memoria), así que es obligatorio que se nos insista con las únicas dos escenas que el director juzga irrepetibles: llegar al pueblo, irse del pueblo (que no llega a ocurrir y que es muy distinto, por supuesto, de “estar yéndose del pueblo”).


Sang-soo parece empeñado en imaginar un cine infinito. Cuantos menos sean los motivos, más pueden ser las variaciones: el mundo está tan saturado de gestos sentimentales, y esos gestos son tan pocos, que no hay manera de acometerlos si no es imitándose, en el mejor de los casos, a uno mismo: por eso los personajes se equivocan y repiten patrones con distintas personas, que a veces son sus novias y a veces son las novias de sus amigos. Es también por eso que es a los motivos mínimos que se conciben (amar: halagar/querer ser amado: querer ser halagado) adonde se vuelve inmediatamente cuando se está borracho (y, entonces ya más: besar/querer ser besado), porque para Hong Sang-soo todos sus personajes, cuando beben, son la misma persona adorable y desabrida. Viendo a la Huppert confirmo lo que siempre intuí, pero que la diferencia cultural no me permitió dar por confirmado: las interpretaciones de sus películas son marcadamente irrealistas, lo que yo solo puedo poner en relación con el irrealismo que me inspiran mis congéneres cuando dicen frases parecidas a estas que siguen, y que apunto en una revisión embelesada de Woman on the beach (donde tampoco encuentran el faro): “Soy demasiado alta”; “eres muy guapa”; “la única cosa en la que tengo absoluta confianza son las estrellas”.

Este ser barthesiano cada tarde...
Todo se sucede con tales vibraciones, con tal profusión de gestos insignificantes, hay tanta información que se pierde… y luego toda la demás, que apenas sirve de algo… Iconología, archivismo y reproductibilidad, los tres fundamentos sobre los que se erigen los museos de arte clásico y la cultura pop… Pero, ¿por qué amar con esta desesperación la ingenuidad del coleccionismo de Sang-soo, este museo suyo de los errores, sus variaciones seriales en torno a un número limitadísimo de gestos? Pues porque si algo ha descubierto el pop, esa lamentable antigualla aquí reverdecida, es que solo la repetición puede rescatar del olvido lo insignificante, lo oprobioso, lo banal, lo que queremos olvidar y merece ser olvidado… ¿y qué más da, ya entonces, si lo que no queríamos conservar nos ha sido devuelto?, ¿hay alguna persona sensata a la que no haga feliz que la desobedezcan?

Actrices: siempre vuelven.
El poder salvífico de la desobediencia también toca a Isabelle Huppert (su momento La pianista me-gusta-que-me-beses-pero-también-me-gusta-que-me-pegues es taaaan… guay). Si su compromiso (con los personajes y, lo que es peor, ¡con el cine!), su intensidad, su belleza admirable y cansina exigen primeros planos, aquí no se le concede ninguno, pero a la vez estos se venden bien baratos… ¡a los actores surcoreanos! (esos signos de exclamación, además de un comentario xenófobo, contienen cierta información sobre el cine oriental); esta forma desatenta con la que es filmada, que afecta también a la híper-codificación, simpleza y cutrez de sus inflexiones tonales confirma, además, su investidura pop. Que Greta Garbo llore o ría, que lo haga la Huppert; al fin y al cabo, son la dos únicas modalidades posibles de una interpretación, por mucho que sea por fuera de ellas, en ese resto apócrifo y sublime, donde se juega el prestigio de una actriz del modelo que Isabelle Huppert casi ha inventado. Ese resto que componen las deixis gratuitas del drama (“mira bien, esta ahí, ¡es el interior de un personaje!”), que deberían hacer que nos levantáramos en armas más a menudo, y que es todo aquello de lo que nada sabe Hong Sang-soo.

9 comentarios:

  1. Punto 1:

    No sea cansino y deje de amenazar en cada entrada con el final del blog que bastante tenemos con la promesa diaria del fin de todas las cosas.

    No lo olvide, porque sería un olvido demasiado largo: usted (y el blog de usted) son eternos.

    Punto 2:

    Le echo de menos un corto. Y no me refiero a un post. ¿Ha pensado en dedicarse al cine?

    Punto 3:

    No he visto la película, así que bueno, en fin, ya veremos.

    Punto 4:

    Este comentario no aporta nada más que el hecho de manifestarme como lector. Para demostrarlo me remito a los tres anteriores puntos.

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    1. Carlos Muñoz Somolinos30 de diciembre de 2012, 19:05

      No sé cuánto sentido tiene responderle mediado todo este tiempo, y sin tener nada que darle más allá de mi agradecimiento (que se hará efectivo cuando compruebe que ha leído esta respuesta y, como tal, lo merece en su calidad de lector fiel).

      Por otra parte, no quería contestarle con una promesa, sino con un hecho: no más amenazas. Sabrán que se ha acabado el blog por una escueta nota de suicidio.

      Lo de los posts cortos es la aspiración de cada tarde (que creo que solo conseguí con "Mad men caca"). Lo de los otros cortos, solo podría ofenderme.

      Por supuesto que si el cine me recibiera, sería con una trilogía.

      Por supuesto que conozco las idea que se me ocurren que se podrían poner en una película y garantizo que son todas malísimas, y sé que no podría dar un paso sin José Luis Alcaine (para que me pase lo que a Ben Affleck gracias a Rodrigo Prieto: que parece que sabe dirigir).

      Lo que no se me va de la cabeza es lo de la presidencia del gobierno (pero en plan ya cuando regrese la bonanza).

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  2. Yo también he leído el blog, sigo siendo fiel.

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  3. Tú eres demasiado bueno.

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    1. Carlos Muñoz Somolinos30 de diciembre de 2012, 19:05

      Gracias, sí, ya. Hasta la victoria, siempre.

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  4. Después de esta lección de geografía moral qué menos que acudir a la película, y ahí se encuentra uno con la ventanera de la Huppert (¿cómo distinguirla ahora de sus repeticiones?). ¡Qué languidez de buscona por desgana!, ¡qué manejo del desángel ajeno (el coreano)! Si hasta le pega su acento francés a los autóctonos, y todo en… 89 minutos.
    Coincido con guabisabi: estamos al tanto de que este instalarse en la latencia es la manera más segura de evitar cualquier riesgo, así que ya vale de cartas de suicidio. Eso sí, gracias por las negritas: nunca estuviste so adorable.

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    1. Carlos Muñoz Somolinos30 de diciembre de 2012, 19:09

      Confieso que "ventanera" es una palabra que me inquieta.

      Las negritas son, como las tildes, actos de amor. Quien las probó lo sabe.

      Aunque a mí lo que me vuelve loco es esa manera tan suya de señalar que tienen los dos puntos.

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  5. Acabo de descubrir tu blog, soy un habitual del blog de cine de ABC. Enhorabuena, muy original. Por lo que cuentas de la película de Sang-soo, parecería una trama de Resnais (lo cual me espanta) con gotas de Rohmer (lo cual me atrae). Por lo demás, no conozco al director. Huppert me asombra en películas como "La pianista" o "Una mujer en África".

    Un saludo cordial:
    Luis S.
    (también tengo mi web cinéfila, por cierto, El Cine en Que Vivimos)

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