MGV
Hoy seré festivo, casi imperceptible y liviano, no tanto para compensar la
desastrosa recepción del último post, aquel en el que puse mi alma y que hundió
los registros de pyr—así bautizado por un participante de esta su casa—, como para mimetizarme con el objeto de estudio. Así será esta sección, con su poquito de aquí te pillo, aquí te mato. Esta es una crítica en
exclusiva de To Rome with Love. No
se preocupen que a buen seguro les digo que no habrá spoilers.
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¿Quieres Roma? He's your man. |
La última película de Woody Allen antes que divertida o aburrida,
consistente o inconsistente, buena o mala —y adivinen cuál será la tríada—, es
una película perezosa, mucho más mecánica y adocenada que John Carter, por poner un infortunado blockbuster. Fotografía
Roma no ya desde la estereotipia, algo que no tendría por qué sentarle mal
precisamente a Roma, sino con desidia; sobrevuela los diálogos con prisas, como
si quisiera llegar a algún lugar que, al final, se descubrirá inexistente y los
chistes desfallecen en la boca de los protagonistas antes incluso de que acaben
de ser pronunciados.
Todo esto podría ser perdonable, sino fuera porque está al servicio de la
mayor de las tropelías del último Woody Allen: se ha vuelto didáctico. En sus
últimas películas el neoyorquino se ha empeñado en revelarnos una idea, una
sola y, aún peor, ingeniosa y en mostrárnosla hasta la extenuación (la de la
idea y la nuestra).
Dice que ahora rueda fuera porque en Europa le cuesta menos conseguir
financiación: nada que reprocharle a la industria de Hollywood (salvo el Oscar
a mejor guion de la pasada campaña).
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On permanent vacation. |
Ya se ha vuelto un lugar común afirmar que Match point fue su última obra maestra. Desde allí
hemos ido de mal en peor. Scoop se aferraba a dos chistes y lo
último que tenía que ofrecer la señorita Johansson antes de abandonar el mundo
de la actuación (sigue trabajando, pero es ya es otra historia); El
sueño de Casandra, en cambio, resucita con el paso del
tiempo: en su día fue catalogada de pequeña y correcta, pero hoy, a la luz de
lo que vino después, sabemos que allí al menos había aún actores, trama y escenarios.

Y aún así es un gesto de rabia infantil, injusto y ridículo, criticar el
trabajo de un señor que asegura que no le importaría hacer una obra maestra
siempre que no interrumpa sus planes para cenar esta noche o que afirma sin
remilgos que hace películas para que la ansiedad no lo devore y que trata de
hacer coincidir sus rodajes en el extranjero con las vacaciones de sus hijos
para pasarlas todos juntos en familia.
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The untouchables. |
Con estas premisas artísticas, que lo acercan alegremente al funcionario
que pasa más tiempo tomando el café de la mañana que en la silla de trabajo y
que, precisamente vez por eso lo vuelven más envidiable que criticable, Allen
nos recuerda que el problema no lo tiene él sino nosotros, que acudimos a ver sus
películas.
Reprocharle su pereza o su desidia creativa es una pataleta nuestra que a
él ni le va ni le viene. Y llego al final de la crítica, con la promesa
cumplida de no introducir spoilers (supongo que a estas alturas a nadie se les
escapa que un servidor no ha visto el filme) y no querría marcharme sin
proponerse un compromiso, tal vez por colectivo más fiable, de que esta vez
seremos fuertes y no iremos ninguno a ver To Rome with love.
Repitámoslo todos a una: nada esperamos de ella, nada queremos de ella.
Eso sí, y doy por hecho que en esto también estemos juntos en esto ustedes y yo: a Penélope no me la pierdo.
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Escrito está en mi alma vuestro gesto. |
Pero qué descaro, se me disculpe la confianza —la que le había puesto a este blog, y de ahí mi enfado—: reciclar las sobras de Boyero para echarlas de comer a Woody Allen. Al menos hubieran cambiado el orden de los post, que con quitarle medio rombo no se marca la diferencia. Y aun así: después de un decálogo en el que la condena al crítico por reiterativo se extiende tres o cuatro escalones, se permiten estas estrecheces, estos ecos. Quien se haya buscado más de un padre que matar (y pretenda hacer de la ejecución un espectáculo), que tenga la elegancia de recurrir a distintas armas.
ResponderEliminarAy, Bisoño, da usted donde duele y realza con su comentario lo endemoniado -pero incontestable- de la relación entre el autor y el lector. Aquel post en el que puse todo lo que en mí había y que vacío me dejó durante casi dos semanas fue un grito en el vacío, con una breve réplica de aquel mi contrincante emplazándome a una fecha futura que -ahora sé- jamás tendrá lugar.
ResponderEliminarRencoroso y lloriqueante me entregué a la escritura de este post del que cada palabra no hacía si no escupirme a la cara mi culpabilidad. Me creerá usted sin duda si le digo que suprimí dos o tres frases porque en ellas hablaba a través de mí, con demasiado descaro, el innombrable que usted nombre. Y es entonces que aparece usted, amigo bisoño, con su reproche impío y pertinente, a recordarme que el lector es siempre cruel, que aparece cuando menos se lo necesita y que es, por ello, merecedor de mucho más respeto del que yo le he dispensado. Asumiré entonces que al blog, también, se viene llorado de casa.
En sus manos dejo mi dimisión.
Ah, cuánta razón tiene bisoño, este post marrullero y desganado es indigno de las filigranas a las que les tiene acostumbrado nuestro blog. Todo en él es banal excepto, por cierto, cuando el autor parafrasea las palabras del mismo Woody (claramente extraídas de las entrevistas con Eric Lax), lo cual es una maravillosa victoria de aquel (en efecto, senil) sobre esta pluma en horas tan bajas. Lo de "monumento al kitsch" así, sin más ni más, esperaba yo encontrármela en blogs otros, y no en mi propia casa, pero habrá pensado Manuel aquello de "para lo que me queda en el convento...".
ResponderEliminarPor lo demás, empezamos a apreciar que Manuel, cual joven escritor, es de barroca timidez, y solo parece querer hablar de aquello que no le gusta (acaso ama en inglés). Que es allí donde se siente más ágil e ingenioso, y sabe que es más fácil unirse con el lector mediante el codazo camarada (vean los aspavientos populacheros, vean) que encontrarse con él en el cenit de una pasión (que siempre habrá tenido para cada uno un origen y un tortuoso caminar distinto). El problema es que odiar lo hacemos todos de igual modo.
Lo de los títulos de sus secciones (Que no quieres caldo pues, Mientras dure este párrafo y este No soy nada sutil; títulos que, ya ven, no pueden esconder nada) es sencillamente criminal.
Creerán ustedes que Carlos me ha insultado en su comentario, pero esto es nada comparado con la acusación que lanzo bajo el sol de la costa oeste, a saber, que yo creía en la cultura y, aun más, en el lenguaje. A mí, que llevo años vagando, desconsolado y en compañía de los peores, por las tierras del simulacro.
EliminarLes haré una confesión. Una tarde, aun antes de cumplir los doce, llegué a mi casa celebrando que en el patio habíamos coincidido dos o tres niños a los que nos gustaba el cine. Ufano, corrí a mi madre a contarle que estaba organizando un grupo de "cineastas" (sic.) Esa decidí yo que sería mi forma de aprender: matando al conocimiento primero.
Podrá llamárseme lo que se quiera, pero jamás desapasionado.
Y respecto a mis codazos no creo que a ninguno de los inquilinos de pyr les haya pasado por alto a estas alturas que donde Carlos quiere ser Jesucrito yo me pido Hugo Chávez. A buenas horas viene nadie a descubrirlo.
Todo lo que en él es ascesis, martirio, sublimidad y dogmatismo, es en mí chanza, algarabía y espíritu fanfarrón. Toca a ustedes de elegir. Solo digo una cosa: la muerte de Hugo y la mía serán televisadas. Y nosotros estaremos ahí para verlas.
Me acusaba un lector por línea privada, preservaré por tanto su anonimato, de que aquí había mucho de pundonor y poco –o nada- de recato. No son acaso dos formas de impostura solo que a la una refinada y mucho más dada a tomarse en serio a sí misma.
Bien sabe Carlos que muchos son sus veredictos estéticos en lo que yo le sigo, y yo me pregunto ¿desde cuándo necesita el padre matar al hijo? ¿Qué le teme Dios a Hugo Chávez? ¿No ha sido el cáncer un golpe bajo?
Solo para quien ha confundido el humorismo con los chistes puede existir tal escisión artificial con respecto al martirio (et tout le reste). Si no crees en el lenguaje, querido, ¿no deberías dejar de usar sus estructuras más rancias (la dialéctica, bien sûr)?
EliminarPero no pierdo el tiempo en esto, no lo pierdo.
Es que ahora voy a salir y solo hoy (en un pasillo clandestino del edificio en que trabajo) he empezado con mi post... ay, ya no sé cómo más autoflagelarme (es que Manuel me dijo que a ustedes no les importaba que yo escribiera tan tarde, y claro, ahora, en estas estamos -pero fue su culpa-, y cada día tengo más trabajo y me sigo comprando libros como si tuviera tiempo para leerlos). Pero ya les digo, ¡cuando lo lean! Y vean todas las cosas que les resuelvo, y estará lleno de amor, y habrá puntos y comas y palabras esdrújulas y monosílabos acentuados en un acto que no por reglamentado siento menos veleidoso (porque es mi manera de decirles que les quiero), y les volveré a contar de todo lo que he abjurado, y seremos felices otra vez, y yo pesaré algo menos, me lanzaré a los vinos y el whisky, no olvidaré todo lo que debo a Samuel Johnson, corregiré algunos exámenes (eso también, y prepararé algunos sonetos), do I wake or sleep?
¡Hasta pronto, amigos estelares (viejos amantes imposibles)!
Mannnuuuu, que soy Hildy Johnson, que no sabes tú bien lo que disfruto con este blog. Lo que reflexiono, lo que me río, las miradas tan geniales que aportais, los debates que generáis... Lo bien escrito que está. El estilazo que derrochais en los textos...
ResponderEliminarAyyy, Manu, que yo soy de 'esas' espectadoras de Allen. Que voy cual cordera cada año a su estreno anual siempre emocionada y dispuesta. Que sí que lo de Vicky Cristina Barcelona tiene bemoles (qué me dices de ese avión privado de pintor bohemio para ir Barcelona-Oviedo, algo super normal por estos lares) pero que hasta de esa peli saco yo reflexiones. Que quieres que te diga que yo me emocioné con Midnight in Paris... y que espero como una loca perderme por Roooooomaaaa (ja, hace poco me paseé por Roma, pero la Roma de Fellini, y el desfile eclesiástico no tiene desperdicio).
Por cierto yo reivindico EL SUEÑO DE CASANDRA que curiosamente salió el mismo año de ANTES QUE EL DIABLO SEPA QUE HAS MUERTO de Lumet... y las coincidencias temáticas (y planteamientos) son maravillosas. Sin embargo la de Allen cayó en olvido...
Besos con pundonor y recato
Hildy
Querida Hildy,
EliminarQué alegría saberte por aquí, precisamente tú que fuiste la primera en darme envidia con esto de los blogs.
Qué te voy a decir. Yo soy el primero de los que, con la voluntad de un lemming, acude año tras año a ver la nueva pieza de Allen, entre otras cosas, por el profundo respeto que me infunde el que las haga con tanto desinterés. Y luego, por mucho que refunfuñe y a pesar de ese viaje a Oviedo en avioneta, allí que me fui como un Pepe una segunda vez al cine a ver los gritos de Penélope. Incluso le perdono que me matara del aburrimiento con Conocerás al hombre de tus sueños, pero Midnight in Paris, con el tiempo, es la que más me enfada, precisamente por la sensación que transmite de que se la hubiera tomado más en serio.
Y posiblemente tengas razón y sea El sueño de Casandra su cabeza de ratón.
Seguiremos hablando, ya sea en nuestra morada o en la tuya.
Me pregunto quién se esconde detrás de tu sombra berkeleyana para lanzar este post contra Woody Allen, sobre todo después de Eric Lax, como acontecimiento y no como anécdota.
ResponderEliminar¿Acaso tú y yo, Manuel, nos medimos por resultados? Esto te lo preguntaré con mayor solemnidad en el atrio de una iglesia. Verás como reflexionas.
Yo, por ti y por tus anatemas, me vuelvo a Nueva York a tomar un gin tonic de 250 euros, solo para escuchar los ritmos de jazz de su clarinete.
No prometas, Chacunin, cosas que no vas a cumplir y que a mí me harían abjurar de cualquier creencia y profesión, como sería el vernos allí encaramados en un atrio de iglesia (me creerás si te digo que tuve qué buscar qué parte era el atrio).
EliminarY cómo no agradecerte que dejes caer por aquí la anécdota que con tanto esfuerzo hube de suprimir en el post.
Carlos ladra, querida, señal de que caminamos.
Ya me habían prevenido con las más feas palabras, pero, ¡aquí escribe todo el mundo menos los autores por derecho!
ResponderEliminarHasta la tal Chacunin, que ha confundido el blog con el mail, y la amistad con la complicidad.
¿Acontecimiento frente a anécdota, jazz y gin tonic, referencias a la vida del autor y del comentador (esas vidas de mierda)? Odio este sitio.
Ya que el mismo autor no sale a la palestra, he de decir en su favor que, una vez más, la fotografía y sus relativas palabritas vuelven a ser de diez.
ResponderEliminar¡¿Habrá muerto el blog?! ¿Tan joven? ¿Dónde la moral de las formas, o las formas de la moral tan variopintas e interesantes que por aquí se encuentran?
Recato, sí, pero... ¡pundonor!
Está visto que basta que uno se tome un fin de semana largo de vacación y reposo, alejándose por fin de aquella última escena de La red social que tantas tardes nuestras resume, para que se le ponga el blog patas arriba.
EliminarQuerida loca, de nada serviría que ahora escondiera yo lo que Carlos no tuvo pudor en mostrarle: que tiene usted un nicho de honor en el corazón rosa chicle de este blog, pero ni con esas debería yo dejaré tentar por sus parabienes. Este post es un desastre completito y si no lo borro será solo para que la prueba del pecado evita la tentación de reincidir.
(Aún así, y por mucho recato que yo finja, reconozco que sus comentarios lo mandan a uno a la cama pensando que habrá un mañana para el pecador).